viernes, 10 de julio de 2015

El Miedo.


El miedo, el "Todopoderoso miedo" no es exclusivo de ningún país, ni qué decirlo. El miedo es una herramienta efectiva para la manipulación ya que no da lugar a demasiados cuestionamientos, no se exige un "por qué". El miedo ampara falsas seguridades pre-establecidas, incuestionables y cómodas, muchas veces. Para todas las sociedades que nos regimos bajo el autoritarismo impune impuesto por el Miedo, este poema de Eduardo Galeano.


El miedo global”
(Eduardo Galeano)

Los que trabajan
tienen miedo de perder el trabajo
los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo
quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar
y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar
y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo de los militares,
los militares tienen miedo a la falta de armas,
las armas tienen miedo a la falta de guerras.

Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre
y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura,
al tiempo sin relojes, al niño sin televisión.
Miedo a las noches sin pastillas para dormir
y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad,
miedo a lo que fue y a lo que puede ser,
miedo de morir , miedo de vivir.

domingo, 30 de septiembre de 2012

GUATEMALA (de Octubre 2010 a Julio 2011)


Todos los guatemaltecos y guatemaltecas que nos habíamos cruzado en el camino hasta ese momento nos habían dejado buena huella, y aunque la gente de países vecinos nos “alertaba” de peligros prácticamente “inevitables” según su punto de vista, esos encuentros nos daban aliento y buen augurio. A esta altura del camino habíamos aprendido que los humanos vemos siempre mayor peligro en un vecino a quien la mayoría de las veces ni siquiera conocemos.

No es novedad que la televisión se ha vuelto incuestionable y que forma juicios muy errados en quienes por ignorancia o pereza toman los discursos periodísticos como su único parámetro de vida y realidad. Pero fuera de las malas noticias hay otro mundo que vale la pena ser recorrido, suele ser mucho más real y, sin duda, más agradable. Lástima que seamos pocos los que nos permitamos salir a su encuentro.

Cuando hablamos de nuestras experiencias, que dan pruebas de un mundo poblado de gente generosa y con buenas intenciones, con frecuencia la gente desestima nuestros relatos como algo “excepcional” , “cuestión de suerte” o le suman fichas a “la mano de Dios”. Es curioso que lo malo sea responsabilidad humana y lo bueno, cuestión divina. Nosotros nos preguntamos por qué cuesta tanto reconocer que los humanos somos capaces de obrar bien gracias a que no hemos perdido la capacidad de dar y de creer en el otro. Si confiáramos más en nosotros mismos y en nuestros semejantes, muchas cosas cambiarían en nuestra bella Latinoamérica...


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Llegamos a Guatemala en bus. Las secuelas que el dengue había dejado en los dos, la época de lluvias permanentes y deslaves, algunos temores y el permiso del CA4 a punto de caducar (Nicaragua, Salvador, Honduras y Guatemala son países considerados como una sola región. Para los extranjeros dan un permiso de 3 meses para los 4 países, extensión de tiempo insignificante para viajeros como nosotros) fueron motivos suficientes como para decidir acercarnos más a la frontera con México. Lamentamos mucho no haber recorrido Honduras y Salvador, países que quedarán para otra etapa.
 
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Veníamos de un país (Nicaragua) donde la comunicación en la calle no había sido cosa fácil. La capital, sobre todo, se nos había presentado como un lugar donde el machismo brusco y despiadado cubría todo tipo de interacción, por lo que habíamos vivido con estrés cada salida por la ciudad. Por lo general, las relaciones cotidianas en las capitales tienen un halo de agresividad e indiferencia naturalizados, por lo que llegábamos a Guatemala preparados para este tipo de situaciones. 
Vendedoras.
La ciudad nos sorprendió de manera agradable ya que en un primer acercamiento la gente se nos ofreció hospitalaria, amable y relajada. Sonrientes, los capitalinos nos dedicaban unos minutos de su tiempo para proporcionarnos la información que solicitábamos. Ese simple y valorado acto nos hacía sentir bienvenidos. El primer tiempo disfrutamos relajados de los paseos y el vivir cotidiano. Así fue como la estadía, que iba a ser de una semana, se fue prolongando casi sin darnos cuenta. 

 
Con el tiempo, las percepciones empezaron a cambiar y nuestros ojos se abrieron hacia otros aspectos no tan amables. Nos dimos cuenta de que se trata de una ciudad fuertemente armada: armas en la entrada de cualquier tienda por más modesta que fuera, dentro de la heladería, en buses de línea, en farmacias, supermercados, motos pequeñas con hombres armados y sin identificación que circulan a toda hora, camiones chicos, medianos, grandes llevan los cañones de sus armas asomando por las ventanillas... Hombres y armas , armas y hombres y el temor que empieza a invadir los sentidos de manera silenciosa, progresiva, hasta atraparlo a uno en una especie de psicosis muda y prácticamente inevitable.
El peligro está en todas partes... pues... hay armas en todas partes. La rigidez, la tensión y la alerta se normalizan, se invisibilizan, se vuelven algo cotidiano... Pero ¿dónde está “realmente” el peligro, de quién cuidarse? Todos somos sospechosos, todos contra todos, y cada uno contra las armas, las que se ven y las que se ocultan.
Tensión, desgaste, cansancio, riesgo, asfixia y vámonos de esta ciudad que ya no me siento libre .

En Nahuel, las armas influyeron de manera inquietante ya que no lograba asimilar su existencia. El cuestionamiento cotidiano tomó fuerza, pero la necesidad de una respuesta que complaciera su curiosidad nunca fue satisfecha:
_ ¿Por qué ese señor tiene un arma, má? ¿Las armas matan?
_ Sí.
_¿ Y para qué la necesita?
Y una única e insatisfactoria respuesta:
_No lo sé, mi amor.

Si las armas son sinónimo de violencia, dolor, herida y muerte, ¿cómo acomodarlas a su vida sin atemorizarlo ni negar la realidad? Nahuel se enfrentaba a diario con mensajes contradictorios y vacíos, había fracturas entre el mundo aprendido y el que le estaba tocando vivir, y su esfuerzo por acoplarlos era evidente y a veces doloroso. Esta lucha empezó en Guatemala y se prolongaría hasta México, donde la fuerte militarización pondría matices y profundizaría sus búsquedas y cuestionamientos. Como siempre en los niños, el juego resuelve este tipo de conflictos. En Chiapas, por primera vez Nahuel empezaría a jugar a la muerte.


 

Guatemala es un bello país que tiene el miedo incrustado en su estructura. Fue dura la tarea de permanecer fuertes y resistir a la proyección de los temores ajenos que caían como cataratas sobre nosotros, desde todos los ángulos y a lo largo de todo el trayecto.
El miedo paraliza. Tuvimos la sensación de transitar por un país paralizado desde los desplazamientos físicos hasta los ideológicos. Guatemala ha soportado como 30 años de conflicto armado, el tratado de paz se firmó en 1996, y como sabemos, el cambio no viene a raíz de un papel firmado. Las huellas, consecuencias y ecos de ese tiempo de horror están muy presentes todavía, marcado a fuego en sus sobrevivientes que son cada una de las personas con quienes nos hemos encontrado. Creemos que esto explica muchos aspectos del ser guatemalteco y es justo no pasarlo por alto en el momento de emitir juicios y relacionarse. Guatemala no es aún un país libre y no vive en paz ni de manera democrática.
Día de la no violencia hacia la mujer.
En sociedades como ésta, decir lo que se piensa y demostrar lo que se siente puede ser un gran riesgo, vivir “normalmente” significa acatar pautas para no levantar sospechas. Es riesgoso vestirse fuera de los parámetros “normales” de la sociedad, tener trabajos poco “convencionales”, defender ciertos ideales, expresar disconformidad política. Es riesgoso ser mujer... Si de acuerdo a la mirada de un sector político y social resulta molesto, hay individualidades y grupos que pasan a ser blancos de persecución, hostigación y muerte. Miles de asesinatos quedan impunes, encubiertos por un sistema de gobierno que es capaz de imponerse cueste lo que cueste.
Pero por fortuna, en todas partes existen espíritus en movimiento que no toleran tener las alas cortadas y tuvimos la suerte de conocer a varios de ellos en Guatemala: gente dando voz a los derechos de género, sexuales, estudiantiles, políticos y artísticos. Luchadores de vida anónimos y otros no tanto que quieren un país de libertad, de paz, justicia y armonía.


 

Día de santos y difuntos. Totonicapán.
Guatemala es un pueblo riquísimo culturalmente, pero no es valorado como tal desde los sectores de poder, hemos tenido la impresión de que se lo usa con fines casi estrictamente turísticos.
Las comunidades indígenas -que han sufrido la peor parte del ataque en los años de conflicto armado- siguen siendo los sectores desplazados y atacados, ya que es donde mayor índice de pobreza, analfabetismo, discriminación y exclusión hay. El racismo siempre, donde quiera que uno esté, es atroz y despiadado.
Durante los años de guerra, el objetivo del poder era borrar de cuajo a las comunidades mayas por considerarlas germinadoras de la guerrilla, por lo que atacaron especialmente a las mujeres (germinadoras de guerrilleros) y niños (semilla de la guerrilla). Las comunidades fueron asesinadas, destruidas y desplazadas, afrontando, en el mejor de los casos, el destierro que obligaba a comunidades enteras (o mutiladas, más bien) a mezclarse con otras que hablaban otras lenguas, tenían otras costumbres y donde no abundaba la comida ni las tierras. Pero resistieron y todavía resisten: existiendo.

Hay gran variedad de lenguas mayas vivas, existen comunidades donde el español casi no se habla, y es vergonzoso que en las instituciones las ignoren. Por ejemplo en el plano judicial, los indígenas enfrentan muchos obstáculos ya que sólo 1 de cada 10 trabajadores del Organismo Judicial habla “algún” idioma maya. Algunos jueces hablan algún idioma maya pero casi ninguno trabaja en sus comunidades. Las comunidades tienen el derecho de utilizar su propio sistema de justicia, pero el gobierno no lo ha reconocido como debe y eso trae consecuencias dolorosas y totalmente injustas, valga la contradicción. 

 La incomunicación idiomática, la indiferencia y la discriminación son las primeras fronteras que deben superar las comunidades indígenas al intentar acceder no sólo a la justicia, sino también a la salud, la educación y el trabajo. 
 
Sin comprensión no hay tolerancia y por supuesto tampoco hay unión. Un pueblo desintegrado es frágil y sumiso, nada más fácil de manejar para los claros y fuertes intereses de unos pocos.

Pero por fortuna, los gobernantes y sus sistemas no son el espejo donde todo el mundo se refleja y crea su propia imagen. Guatemala fue y sigue siendo para nosotros un país muy querido y poblado de gente adorable y sonriente. La comunicación con las personas estuvo siempre rodeada de mucho cariño y los amigos que dejamos a nuestro paso brindaron su corazón a manos llenas. Por su calidez, su sencillez y su amistad: Gracias, por siempre.




domingo, 31 de octubre de 2010

NICARAGUA

Llegando a la frontera Costa Rica-Nicaragua, marzo 2010

Entre despedidas y preparativos descansamos muy poco pero logramos largarnos a la ruta otra vez y escapar del encanto maternal y protector de Ana.
Paramos a pocos kilómetros, en Irigaray, en casa de Sandra y su familia. Gente muy amable y generosa. Comimos por primera vez jabalí entre las historias de caza que Johny contaba apasionado y...nos sometimos -por respeto y con esfuerzo- a escuchar y ver las escenas capturadas por el celular de este cazador furtivo.
Ese día descansamos y nos alimentamos con los abundantes regalos de la pulpera.

Predijeron tramos muy largos de desierto y animales salvajes capaces de devorarnos al paso ... el parque nacional Santa Rosa se pintaba tenebroso...pero...no vimos ni leones ni jabalíes enloquecidos ni monstruos hambrientos ni desiertos...Cuando quisimos acordar ya casi estábamos en la frontera. El paisaje era refrescante, maravilloso, descansamos bajo los mangos y nos bañamos en un ojo de agua que la familia de Marcela gentilmente nos cedió. Esa noche disfrutamos de una familia algo introvertida pero tan generosa como las anteriores, con la mano extendida y un plato de arroz y frijoles que ofrecer.



Estábamos listos para pasar la frontera. Cargamos nuestro ser de paciencia para enfrentar los engorrosos, burocráticos y comerciales trámites limítrofes. Por sorpresa no fue tan pesado como esperábamos y seguimos viaje -no sin pagar dólares acá y dólares allá en concepto de...quién sabe qué... 



NICARAGUA (de marzo a septiembre del 2010)



Frontera Costa Rica- Nicaragua

 

Ingresar en un nuevo país renueva, emociona, alienta y enorgullece.

Nicaragua se nos presentaba agresiva y cargada de los temores y fantasmas que sus vecinos alimentan a la distacia, muchas veces sin haber cruzado, siquiera, la frontera.A pocas pedaleladas de la línea imaginaria nos recibió un militar fuertemente armado. El contraste fue impactante ya que de un país sin ejército pasamos a otro que vivió una guerra que duró más de 10 años. Entre revolución y contrarevolución finalizó apenas en el '90, por lo que las marcas existen y están frescas todavía en testimonios desgarradores y naturalizados. 

 

 

El paisaje cambió visiblemente: la pobreza se hacía presente. Casitas de barro, pisos de tierra, cocinas de fogón, pozos de agua compartidos, escuzados...

A los pocos minutos, antes de llegar a Zapoá, un saludo amable desde uno de los ranchos nos atrajo por lo musical y desenfadado: “¡¡Oooohhhhiiiiooooooo!!”.

Nos acercamos para hacer las preguntas de rigor que nos ayudan siempre a abrir el diálogo y una familia numerosa salió a nuestro encuentro con sillas y vasos de agua para aliviar a viajeros sedientos. Conversamos con doña Juana y su familia, y experimentamos pequeñas y pintorescas escenas de la vida cotidiana.

Pasamos la noche en un patio prolijo, acariciado cada media hora por escobas de ramas secas, gastado ya de tanto barrido. Mientras armábamos la tienda ,doña Juana se acercó lamentándose porque no podía darnos abrigo en el interior de su casa: eran 16 los habitantes y ocupaban el piso de toda la vivienda para dormir. La época de lluvia había comenzado y ella no había dejado de rezar para pedirle a su Dios que no tirara agua del cielo al menos por esa noche, por compasión hacia sus huéspedes.

El intercambio fue muy rico: pasamos la noche conversando a la débil luz de las linternas y más que preguntas compartieron con nosotros las respetuosas conclusiones a las que habían llegado luego de observar y analizar en familia nuestro estilo de vida. Pensaban que tenían poco, pero se dieron cuenta que tenían muchas cosas a las que no estaban dispuestos a renunciar y creo que las valoraron aún más.

Juana es una mujer guerrera, fuerte a pesar de su avanzada edad, decidida, trabajadora, sabia, generosa. Tanto acaricia la cabeza de un nieto como agarra la pala para preparar un patio de tierra que debe resistir las próximas lluvias, o enfrenta como una leona a un marido alcohólico que llega a la casa con amigos tan borrachos como él. Protege la calma y la armonía de ese espacio que tanto les ha costado conseguir y en el que reina de manera indiscutida.

Nahuel se divirtió con grandes y chicos y por primera vez experimentó el despego: regaló uno de sus muñecos, no sin esfuerzo, pero sí con éxito.

 

Casa de Juana
Zaraí y Aelx, nietos de Juana

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Rivas

Rumbo a Rivas

A la mañana siguiente seguimos camino para Rivas. Una ciudad desprolija que se percibía agresiva, tal vez por el mismo descuido. En estos casos recurrimos a los bomberos: nos aceptaron de manera inmediata pero sin pronunciar palabra ni mirarnos a los ojos. A pesar de la incomodidad que eso nos generaba, entendimos que habíamos penetrado en un mundo con otros códigos que debíamos aprender a comprender y manejar.

Hacía mucho calor. La fauna del cuartel nos resultó bastante extraña, huraña y perezosa: varios pibes pasaban sus horas ahí sin hacer otra cosa que mirar una programación ochentosa de tv yanqui, tomar Coca Cola y atender el teléfono. Había una competencia y rudeza machista que fotaba en el aire. Luciano era desafiado en silencio y Nahuel y yo directamente ignorados.

El estado del cuartel era lamentable: humedad por donde se mirara, goteras que armaban charcos de agua (y que no salían de las mangueras), acumulación de chatarra... El comandante, un personaje particular al que le encantaba hablar, sobre todo, acerca de sí mismo y de sus 50 años de servicio voluntario, fue hospitalario, nos sentimos bien recibidos por él (aunque su marcado apoyo a Pinochet tensaba considerablemente las conversaciones, causándonos una fuerte e incómoda impresión). Aunque estaba fuera del servicio activo, nos pareció lo más cercano a un bombero (léase “voluntario”, “servicial”, “solidario” y todo eso que se espera de un “bombero voluntario”, concepto que daba la impresión de estar algo trastocado en ese lugar). 

 

 


Isla de Ometepe

Sobre la lancha, hacia Ometepe

Seguimos rumbo a la isla de Ometepe. Llegamos a Moyogalpa, pitoresca y turística. 

Casa de Marta, Ometepe

La policía nos pareció amable, nos ayudó a instalarnos en el patio de la casa de unos vecinos que depositaron absoluta confianza en nosotros. Al día siguiente seguimos recorriendo la isla. 

No dejábamos de sorprendernos por la simpatía generalizada: cada persona que cruzábamos nos saludaba con una sornisa en los labios. Fue un respiro de aire fresco, nos conquistaron, y hubiésemos seguido andando y saludando sólo para recibir y dar sonrisas. No hemos experimentado nada similar hasta el momento.

 

El paisaje de Ometepe es hermoso, la única ruta que recorre la isla invita al pedaleo. Tiene dos volcanes, sólo conocimos los alrededores del volcán Cocepción; el otro volcán, el Maderas, es el preferido por el turismo y por eso se nos hizo menos atractivo. 

 



Por otro lado, como el barco que nos llevaría a Granada salía sólo dos veces por semana, y dado el poco dinero con el que contábamos y las nulas posibilidades de trabajo que la isla nos ofrecía, decidimos seguir viaje sin visitarlo.

 

En uno de los descansos compartimos la sombra de un árbol con Yeni. Sin dudarlo nos invitó a su casa a pasar la noche y descansar. Para Yeni cualquier negativa significa desprecio, de modo que la seguimos a pesar de que no habíamos pensado en interrumpir el pedaleo en ese momento.

Casa de Yeni

Esta generosa mujer vivía con su esposo y cuatro hijos en un gran terreno invadido por mosquitas molestas que se metían en la boca, las orejas, los ojos y cuanto orificio libre encontraban. Nos divertimos disputádonos la cocina con pollos y gallinas, gatos y gatitos, chanchos y chanchitos...todos buscaban comida y dormían dentro. 

Para pasar al escusado había que saltar 3 enormes chanchos remolones que se revolcaban todo el día en el patio lodoso y una vez instalados en él, se disfrutaba de una amplia vista a cielo abierto ya que no tenía ni techo ni cuarta pared.

Nunca olvidaba Yeni de ofrecer un plato generoso de sopa caliente o pescado frito o gallo pinto. Nahuel, como siempre fue el primer beneficiado, mimado por todos y con dos compañeros de juego incondicionales: los hijos menores de Yeni, con quienes se divertía revolcándose en el patio de tierra, corriendo entre plátanos secos y disfrazando a los pollitos que ni atinaban a piar.

 

Yeni y sus hijos menores

Costó decidirse a partir porque, como antes dije, cualquier negativa era interpretada como desprecio: no sólo insistía en que nos quedáramos más tiempo sino que nos había cedido una parte del terreno para levantar una casa o establecernos por el tiempo que dispusiéramos. Lo que tuviera a la mano, Yeni nos lo iba a dar. Pero los planes eran otros: había que continuar.

En la finca "Nuestros pequeños hermanos"

No quisimos prolongar la estadía porque ya habíamos comprobado que no era lugar para adecuado para nuestro trabajo. Acostumbrados a recibir, nadie se interesaba en actividades artísticas remuneradas. Recorrimos tanto instituciones religiosas privadas como instituciones púbicas, sus autoridades se mostraban encantadas hasta que les explicábamos que queríamos hacerlo a cambio de algo, aunque más no sea alimento y hospedaje por el tiempo que durara la actividad. Ahí surgían todo tipo de excusas y de pronto no había responsable como para resolver (responsable innecesario para aceptar el laburo gratuito pero indispensable para gestionar 2 platos de arroz...). Acudimos a escuelas públicas temerosas, burocráticas y perezosas; al organismo de cultura de la isla, a cuyo responsable le interesaban nuestras actividades siempre y cuando no tuviera demasiado para hacer; al Hogar Nuestros pequeños hermanos (institución privada y religiosa), que aunque cuenta con generosa cantidad de hectáreas, ganado, una iglesia de lujo, es sostenida económicamente desde el extranjero y sus autoridades se pasearon en lujosas camionetas 4x4 ante nuestros ojos, se escondieron vilmente tras el slogan “un hogar de niños huérfanos y pobres” que imposibilitaba el intercambio del espectáculo por tres platos de comida y un pequeño lugar en medio de sus exageradas hectáreas por una noche.

El factor común fue claramente el desinterés cultural y una conducta marcadamente asistencialista ante la presencia del extranjero, quien según ellos siempre tiene dinero y tiene casi la obligación de dar. Pero nosotros no dábamos con ese perfil y estábamos empezando a ajustarnos el cinturón...

Aceptamos un acuerdo para nada gratificante con una escuela que nos negó alimento y amparo y ...nos pagó 3 dólares la función... Pero como allí asistían los hijos de Yeni estábamos decididos a hacerlo, pensando sólo en esa familia y en la ilusión que los pequeños tenían de ver lo que haríamos. Nahuel estaba muy excitado ante la cantidad de niños entre quienes era centro, fue paseado por todos lados y antes de comenzar ya estaba totalmente sudado y sucio de tanto jugar y revocarse por el suelo. 

Montamos la función con el amor de siempre y disfrutamos hermosamente de la frescura, la alegría y la emoción de esos chavalitos. Al terminar saludamos respetuosamente a las autoridades que brillaron por su ausencia durante la actividad, demostrando su grado de interés cultural y educativo y tuvimos que soportar que nos irrespetaran diciéndonos :“A nosotros no nos significa nada -se quedaron con la mitad de lo recaudado-, lo hicimos como un favor”. Aunque era obvio, quedó en evidencia que su interés estuvo sometido desde el inicio a las posibilidades de recaudación material, nada significó, claro está, la riqueza espiritual y cultural de al función.

Inmediatamente después salimos rumbo a Granada.

En el puerto empezaron los malos tratos por parte de la empresa naviera pero pudimos olvidarlos un poco gracias a la generosidad de la gente común: el dueño del mini kiosco de la entrada al puerto nos cedió su fogón para cocinar mientras miraba tele con Nahuel sobre la falda, otro hombre nos regaló 5 plátanos y un chico apareció de no sé dónde con un tazón con frijoles y huevos duros...nos resolvieron la cena e hicieron que la amargura por la estafa de la empresa naviera valiera la pena.

 


Granada.

 

 

Esta ciudad encanta con sus casas coloniales y coloridos. 

Daba gusto pasear por la calle siempre que se evitara el caos y la suciedad del mercado. Desayunamos junto al río y nos dirigimos a la “Casa de botellas” o “Escuela de mimo y comedia” pero no pudimos instalarnos ahí así que pasamos los dos primeros días en el cuartel de bomberos.

La impresión del lugar fue la misma que la del cuartel de Rivas, con la excepción que fuimos recibidos por un bombero ebrio que se mostró muy interesado en nosotros, aunque a partir del día siguiente pasamos a ser algo así como invisibles para este hombre que ni el buen día ya nos dirigiría. El más confundido era Nahuel, claro está, pero lo olvidó rápidamente corriendo a los pollos que se escapaban del gallinero junto al que habíamos hecho campamento.

Casa de botellas

Después de dos días llegamos a la Escuela de Mimo y Comedia. Teníamos muchas espectativas artísticas y personales que lamentablemente no fueron satisfechas. Durante los casi 15 días de estadía no los vimos trabajar ni ensayar ni logramos dar talleres ni hacer ningún otro tipo de intercambio con ellos. 

Cuando comprendimos cómo funcionaban las cosas allí dentro, nos limitamos a disfrutar de la paz, la amplitud del espacio y descansar antes de la próxima pedaleada. Nahuel estaba encantado jugando entre las matas y con los niños que solían acercarse a participar de actividades recreativas. 

Nos fuimos agradecidos por el hospedaje y por los ricos platos de comida que nos dieron generosamente cada día, lamentando que la experiencia a nivel artístico y humano haya sido tan pobre, pero contentos de habernos encontrado con Jorge Batres, un guatemalteco que habíamos conocido en Costa Rica y que nos hizo muy grata la estadía.

Antes de salir rumbo a Masaya pasamos una noche con Clara y Alain, dos franceses encantadores que contactamos, lamentablemente, ya tarde. Con ellos pasamos momentos muy cálidos que compensaron generosamente nuestra experiencia reciente.

 


Masaya

Taxi

Salimos rumbo a Masaya a pesar de la amenaza de lluvia. El viaje fue muy tranquilo, desde la entrada a Nicaragua era todo muy plano y la pedaleada se había vuelto muy fluída. Llegamos antes de lo pensado. 

Clase de tiramisú con Andrea

Hicimos tiempo (ya que a nadie le gusta que lo molesten un domingo por la mañana) y llamamos finalmente a casa de los Relajo. Almudena vino a buscarnos en bici y su simpatía y calidez nos hizo sentir en casa. Ese día compartimos con todos comidas y charlas y sentimos que habían depositado en nosotros una confianza ciega. Los chicos de la Relajo de Masaya tienen una actividad importante, y como en esos días estaban sobrecargados de trabajo y viajes, no pudimos compartir actividades pero sí la intimidad del hogar. Especialmente con Andrea Calvi y su pequeño hijo Wanky, con quienes pasamos momentos muy divertidos. 

Con Wanky

 

Nahuel encontró a dos amigos que, a pesar de tener edades bien diferentes, se emparejaban en el momento del juego. 

En Masaya conocimos a Los Miguelitos, un espacio donde niños y adolescentes de bajos recursos comparten inquietudes artísticas y artesanales que se convertirán en futuras salidas laborales. Con quienes organizamos talleres literarios y descubrimos talentos para la escritura.

 

 

Managua

Llegamos a la hora pico, como a las 8 de la mañana (el peor horario para intentar entrar en cualquier capital, lo sabemos). El tráfico era horrible y las bicis mágicamente se volvieron invisibles para todo el mundo _o no tan mágicamente, hemos comprobado en reiteradas ocasiones que son también invisibles incluso para muchos de los peatones. Hubo que avanzar con firmeza y miles de ojos activados para cuidar todos los güines. En Managua se maneja muy mal y la cantidad de automóviles es excesiva, todo vale, se trata de llegar primero sin importar el costo.

Debido a la anarquía en las calles, decidimos no utilizar las bicis en esta ciudad y nos sometimos al bestial trato de los buses.

Después de estudiar un poco su “lógica”, como también las de las bucetas (microbús, combi), descubrimos que, aunque no parezca, tienen sus propias reglas: como pertenecen a particulares, hay que subir pasajeros a toda costa, de modo que eso explica que los ayudantes (siempre hay un chofer y alguien que se encarga de arriar personas) tomen a los pasajeros del brazo o los empujen por la espalda y /o les manoteen el bolso que lleven para obligarlos a subir.

Definición de “pasajero”: toda persona o ser que se le parezca que está parada en el área cercana al cordón de la vereda, no importa el lugar, todo sitio cercano a la acera es una parada de bus en potencia.

No importa si su destino (el del bus o buceta) y el del pasajero coinciden, tampoco es importante que haya lugar adentro (no hay tiempo para detenerse a pensar esas cosas, el tiempo de los ayudantes es siempre mucho más valioso que el tuyo). Ni se te ocurra reclamar nada (porque te cobran de más por ser “gringo”, o porque no te ceden el lugar aunque es evidente que no te alcanzan la manos para agarrarte de algún lado y mantenerte en pie sosteniendo un niño en brazos o porque pedís un asiento para un viejo que no sabe cómo mantenerse parado antes las frenadas y aceleres de estos ...¿conductores?...).

Los vehículos son buses escolares que los gringos han sacado de circulación, el que puede adquirirlos ya tiene su propia empresa. Rogá que no se funda el motor o se quede sin gasolina antes de que llegues a destino porque no hay nadie a quien reclamarle nada...Vas a tener que bajarte donde te hayas quedado y ¡arreglátelas como puedas!. Dentro de los buses no hay solidaridad ni nada que se le parezca.


Tuvimos la inmensa dicha de ser alojados fuera de la locura de la capital, de modo que a menos que fuera absolutamente necesario, no nos movíamos de la tranquilidad de la casa de la familia de Norman García Aguilar, a quien conocimos por mail a través de un contacto. 
 

con Norman y Dahyann
Desde el primer intercambio con Norman, antes de vernos en persona, ya nos estaba ofreciendo su amistad y apoyo a manos llenas, luego se convertiría en una de las personas que más queremos en Nicaragua. En se casa tuvimos variadas experiencias de las que aprendimos bastante, ya que nos topamos con mucha gente diversa, con mundos y pensamientos muy diferentes a los nuestros. En esa casa aprendimos a conocer a los y las nicaragüenses en varios de sus aspectos y, sin salir de ahí y en base a muchos de los testimonios que recolectamos, pudimos montar la primera obra de Teatro foro.

tía Mani
Viviendo con esta generosa familia tuvimos la visita de la tía “Mani”, mi hermana. Fue emocionante poder compartir con ella después de tantos meses algunas de nuestras experiencias, y más emocionante aún fue presenciar el reencuentro de Nahuel con una de sus tías. Tuvimos la dicha de disfrutar de Vani un mes. El tiempo no bastó para contarle mil cosas ni para compartir mates y aprendizajes ni para demostrarle lo lindo que era poder hacer juntos ese tramo del camino... 
Despidiendo a la tía en el aeropuerto
Vani regresó a Argentina y a partir de ese día, para Nahuel se transformó en algo así como una existencia con alas y con motor: siempre que habla de ella la ve volando por algún lado, con frecuencia la visita en Nicaragua, la piensa sobre muchos de los aviones que atraviesan el cielo y lo mejor: cuenta que una de las cosas que a su tía le gusta hacer es volar con “el hombre fuerte” o con Papus, dos de sus amigos invisibles alados...


con los hijos y el hermanito de Gaby
En uno de los talleres que dimos conocimos a nuestra próxima anfitriona en Managua: Gabriela Rivera. Gaby se atrevió a compartir con nosotros la intimidad de su hogar y su familia en momentos muy difíciles para ella y sus hijos. Nahuel estuvo feliz allí ya que convivimos con niños y una abuela, Margarita, vivíamos frente a un parque que visitábamos todos los días, donde íbamos a entrenar, y miraba todos los días televisión...demasiada televisión. En contacto con esta familia conocimos un poco más a fondo algunas estructuras en este país, sus costumbres y sus pensamientos.

Siempre que convivimos con familias donde hay niños aprovechamos para establecer parámetros de comparación que por otro lado son ineludibles, ya que la gente misma empieza a cuestionarnos y/o compararnos con sus formas de educar. Aprovechamos esa “confrontación” para juzgarnos un poco como padres, reconocer lo que a nuestro juicio son aciertos y/ o desaciertos, reflexionar, analizar y conocer y comprender las formas de la otra cultura.

Venancias
Estando en Managua fuimos a visitar por trabajo Matagalpa, Jinotega y León, ciudades que nos gustaron mucho y donde conocimos gente maravillosa. En Matagalpa compartimos mucho con Carola Brantome, Paz Arauz, Genny Gonzalez, Noelia, Edurne, Julia y Marivi, entre otras mujeres que forman parte de las Venancias, en el Centro Cultural Guanuca. Ese lugar fue como otro hogar para nosotros, nos recibieron siempre con cariño y nos abrieron las puertas dándonos la oportunidad de compartir parte de lo que hacemos. 
El espacio cultural que ofrecen es muy valorado por nosotros ya que fue uno de los pocos lugares por los que transitamos en Nicaragua donde vimos que el dinero que se recibe del exterior es realmente depositado en el arte y en las actividades que allí se realizan. 

con Vani, mateando en el Guanuca


Vimos un lugar activo y comprometido, en el que durante los días de semana se trabaja en relación a la mujer y todos los fines de semana hay actividades culturales abiertas a la comunidad y gratuitas que apreciar como cine , teatro, música, etc. El respeto al artista y la valoración de su trabajo se siente y se ve, y la hospitalidad es evidente. Este Centro Cultural trabaja en serio y eso es algo que siempre vamos a agradecer y apoyar.
De regreso a Managua, luego de las últimas funciones y talleres en Matagalpa tuve laberintitis, que es una infección al oído medio cuyo origen no se conoce muy bien. Todo empezó de repente, una mañana no pude levantarme de la cama porque el mareo me tiraba de espaldas otra vez. Acostada incluso todo me daba vueltas. Fue complicado ya que la falta de equilibrio me imposibilitó hacer cualquier cosa que no fuera estar acostada y con los ojos cerrados. De a poco fue pasando, aunque los mareos y la inestabilidad persistían. Después de conjeturas desacertadas (anemia, estrés, etc) , di con un médico argentino radicado en Managua que me diagnosticó laberintitis y me explicó lo que ahora sé. Lo combatí con las pastillas para mareos que se recetan durante los embarazos y gingo biloba. Logré recuperarme aunque unos de mis oídos quedó un poco afectado.
A causa de este estado era imposible para mí subir a la bici, de modo que Irina, una amiga que hicimos en el mismo taller donde habíamos conocido a Gabriela, muy amablemente nos acercó en camioneta hasta León, donde estaban esperándonos otros dos ángeles del camino: Rakel y Félix.

León
Esta es una ciudad muy bella y tranquila. Llegamos a la casa donde Félix Pérez y Rakel Cortines nos abrirían las puertas y nos colmarían de alegría y amistad. La casa se nos presentó muy hospitalaria, como sus habitantes, disfrutamos a más no poder de la generosidad del limonero que nos regalaba sus frutos, incansable. El calor no dejaba hacer mucho, y al mediodía, cuando el sol caía de lleno sobre el techo de chapa no quedaba otra que tirarse en la hamaca de cara al ventilador. 
  
Rakel y Félix
Nahuel feliz, renovado, como en cada cambio de espacio. La situación nos permitió, felizmente, ajustar algunas reglas de convivencia con el pequeño. A veces, en determinadas condiciones o formas personales de las familias con las que vivimos, hay ciertos aspectos de la educación de nuestro hijo que se tornan difíciles de mantener y nos vemos en la obligación de ceder a pesar de nuestros criterios. Nahuel estableció códigos con Rakel y Félix rápidamente. Nos dimos cuenta que también entre ellos y nosotros se manejaban los mismos códigos con respecto a Nahuel, de modo que hubo un agradecimiento inmediato de nuestra parte por su respeto y por permitirnos recuperar la libertad en ese aspecto.
el barrio

escena de la vida cotidiana

Era el segundo día sin mareos cuando en medio de un paseo con Nahuel empecé a sentir que una sensación extraña me invadía el cuerpo, cada vez me costaba más tenerme en pie. El regreso a la casa se transformó en una carrera contra el tiempo para ganarle al avance de esa corriente extraña. Siguieron días de mucha fiebre, dolores insoportables de cabeza, debilitamiento, inapetencia, cansancio y...dengue.

Ese mismo día había ido al hospital, la espera fue intolerable, no podía tenerme en pie, Luciano se había quedado con Nahuel porque prohíben la entrada a los niños. Mi mal estado era evidente, había pacientes que pedían que me atendieran, esperé durante horas con la frente pegada a la puerta vaivén del consultorio así, cada vez que la puerta se abría clavaba mis ojos, suplicando, en los de los doctores aunque fue en vano. Ya no tenía fuerzas para luchar contra la indiferencia de los médicos, por lo que me metí a la fuerza ahí dentro y un inepto, después de sostener un diálogo como:
_¿Le duele la garganta?
_No.
_¿Tiene una sensación amarga al tragar?
_No.
_¿Le duele cuando traga?
_¡NO!
_¿Tiene ganglios inflamados?
_¡NOO!
Diagnóstico:
_Usted tiene AMIGDALITIS.

Salí incrédula, desalentada, impotente, sólo pensando en las ganas que tenía de estar acostada y fuera de ese horrible lugar.
Afortunadamente y como siempre, hay algún ángel cuidándonos las espaldas. Esta vez el ángel se llamaba Silvia Espinoza, vecina y doctora. Me adoptó y empezó a controlarme de cerca. Al hacerme la prueba de lo que parecía seguro, me salieron manchas moradas. Me subió a un taxi que ella misma pagó y me llevó directo al hospital. Saltó todos los pasos burocráticos e insanos para meterme directo a internación bajo el diagnóstico de dengue hemorrágico. Me pusieron un catéter y a esperar. Siguieron miles de análisis de sangre pero la peor tortura fue la que me aplicaron los interminables desfiles de estudiantes cargados con sus cuestionarios inconsistentes y reiterativos...No todo podía ser perfecto, de hecho lo no era: había caído en un hospital escuela..
¿Qué significado tiene que así sea? Intentaré resumir: estudiantes inexpertos, miedosos y poco hábiles perforándote las venas (o buscándolas con la aguja que es peor), tirando su gracia trasera y los libros sobre tu cama, despertándote a cualquier hora para preguntarte siempre lo mismo: nombre, nacionalidad, sexo, edad, síntomas, fecha de menstruación, menopausia, religión y tantas estupideces más que no llevaban a nada. Varias veces sugerí: “Ya me hicieron 10 veces las mismas preguntas, no se las podés pedir a un compañero?”. Tirada en la camilla, débil, mareada, con el catéter puesto, el suero inyectado y menstruando como estaba tuve que soportar que dieran una clase de dengue alrededor de mi cama, hasta yo sabía responder mejor que algunos...Me dí cuenta que los enfermos éramos menos que cuerpos disecados, hablaban de nosotros como si no estuviéramos presentes o como si nos diera lo mismo escuchar uno u otro diagnóstico, nos trataban con tanta indiferencia y poco respeto que más de una vez me dieron ganas de sacarlos a todos a patadas. No por mí, ya que me sentía tranquila y segura de que saldría adelante (tal vez por la ignorancia que detecté en más de uno que me hacía no creer en nada de lo que me dijeran, sólo me concentraba en aumentar mis plaquetas cada día), sino por tanta gente que estaba realmente mal, sola, con incertidumbre y temor, totalmente entregada, sin el coraje para cuestionar ni preguntar nada.
Lo que me llevo de ese hospital, además de esa experiencia que ahora me hace sonreír por caótica y ...¿latinoamericana?, es la imagen de un hospital invadido de cucarachas que intentaban apoderarse de mi cama cada vez que me levantaba al baño (me contaron que en una donación de la facultad de medicina vino una plaga que jamás pudieron erradicar...), cantidad de mujeres que hablaban sin parar acerca de sus trágicas vidas privadas y las dolencias que estuvieron a punto de llevarlas a la muerte (cosa que le levantaría el ánimo a cualquier enfermo), la imagen de la peor comida de hospital con la que me he topado (tuve que justificarme con un estúpido “Ya cené, gracias” ante la pregunta más estúpida aún de una enfermera “¿Por qué no comió?”), la soberbia de los doctores (excepto de Silvia, a quien no le encontré comparación ahí dentro), una sala y pasillos abarrotados de camas y enfermos, altares a la virgen en cada piso que me provocaban inquietud más que tranquilidad, el recuerdo de una mujer que estaba a la pesca del enfermo desamparado para relatarle los salmos y el génesis completo del Evangelio a los gritos. Me llevo el ridículo recuerdo del interminable cuestionario de admisión que debió responder Luciano entre cuyas preguntas figuraban “¿La fecha exacta de su primera menstruación? ¿La fecha de su primera relación sexual?”, el diálogo insólito que una estudiante me obligó a mantener cuando a su pregunta de “¿Religión? le respondí “Ninguna”...tuve que admitir, después de un largo cuestionario tendencioso, que creía en Dios y en su misericordia para que me dejara descansar en paz. Me llevo la sensación de mis ansiosas esperas por las brevísimas visitas de Luciano y mis deseos locos de salir de ese lugar y de abrazar a Nahuel.
Silvia y Andy
Regresé a la casa feliz aunque muy débil. Extrañé horrores a Nahuel, fue la primera vez que dormí separada de él. Siguieron días de poco reposo a pesar de los regaños de Silvia pero me recuperé. A los pocos días cayó enfermo Félix, luego Rakel y cuando ellos estaban saliendo...Luciano, aunque felizmente no fue necesario que fuera internado. León estaba con el hospital y los centros de salud colapsados, había una epidemia muy mal tratada por las autoridades ya que venían a fumigar sólo a la vivienda afectada después de reportado el caso...y preguntaba yo...¿el mosquito no vuela? ¿No puede ser que el foco esté en lo del vecino? ¿no es mejor hacer una fumigación general y simultánea?...cric cric, cric cric...
Desde que pude sentarme a la computadora no hice más que buscar todo tipo de información relacionada con el dengue, desde métodos naturales para hacerse menos apetitoso a estos insectos hasta consecuencias de futuros contagios y formas de infección. El fumigador no se libró de mi acoso, me encargué de perseguirlo durante toda su recorrida e interrogarlo con cuanta duda se me cruzaba por la cabeza a lo que respondió gustoso y contento porque compartía con alguien su monótono trabajo. Descubrí que efectivamente, los médicos con los que me había cruzado y a los que había obligado -ante su desconcierto- a contestarme miles de preguntas durante mi internación, no tenían la información suficiente, no sé si porque nunca tuvieron nada que responder o porque -como la mayoría de la gente a la que preguntaba en la calle- pensaban que “Es época de dengue. Es normal que pase”. En general no se toman medidas preventivas en los hogares, cada casa mantiene la pila llena de agua y no siempre se respeta la limpieza de la abundante vegetación de las zonas húmedas. La gente piensa que simplemente es la época, que es normal infectarse y hay cierta pasividad en el asunto. Ni siquiera los supermercados tienen la cantidad suficiente de insecticidas para combatirlos, por lo que era muy fácil encontrar las góndolas sin este producto a la venta.
En mi papel de enfermera me encargué de hacer que Félix y Rakel comieran ajo casi todos los días, alimentos ricos en hierro y mucha limonada y suero. Como todavía no había mucha confianza no se quejaron, aunque todavía hoy me pregunto (no sin reírme bastante) si realmente se metían en su cuerpo todo lo que les daba. Sí pude comprobar que Luciano lo hacía, ya que controlaba que ingiriera abundantes ajos, jugos de hoja de papaya machacada, litros y litros de suero y limonada, se llenara de repelente, no durmiera sin un mosquitero encima, etc. Reconozco que había en mí bastante de paranoia, no descansaba hasta no matar a cualquier mosquito que rondara cerca, no nos estábamos sin ponernos repelente, el mosquitero había pasado a ser más importante que el ventilador a pesar de los 40 grados diarios y me negaba a usar ropa muy colorida desde que había leído que el color los atraía...Lo cierto es que desde esa época adopté como medicina al ajo y me ha dado resultados maravillosos, hoy soy una fiel defensora de sus propiedades naturales. Lo importante es que Nahuel fue el único que no se infectó en la casa, por lo que estoy ampliamente agradecida al universo, la naturaleza, a él mismo y hasta a los mosquitos.
En esas estábamos, pero nada nos impidió festejar mi cumpleaños ni el primer año de viaje. 
cumple 37

festejo 1 año de pedal septiembre 2010


















Con el debilitamiento físico causado por el dengue vino aparejado el debilitamiento moral y las opiniones de los otros me influyeron más que de costumbre: todo diagnóstico con respecto a nuestro paso por Honduras y Salvador era desastroso. A pesar de saber que efectivamente en general la gente ve en la persona del país vecino a su peor enemigo, el temor se apoderó de mí y me tenía como paralizada. Obviamente empezaron los roces y discusiones entre Luciano y yo, no siempre es fácil respetar los tiempos y estados interiores del otro, ni comprenderlos. Decidí no obligarme a hacer nada que me provocara sentimientos negativos ya que el viaje tenía otro sentido completamente distinto: no viajaría en bicicleta por el momento aunque eso implicara separarnos por un tiempo. Las lluvias en León eran interminables. Y lo mismo ocurría en distintos puntos del país. Días antes de nuestra fecha de partida empezaron los problemas en las carreteras: puentes derrumbados, deslaves, desbordes de ríos, carreteras cortadas...De modo que este hecho complicaba la salida pero simplificó el conflicto que teníamos y unificó criterios: debido al deterioro de nuestro estado físico, las lluvias interminables y el pronto vencimiento de nuestro pasaporte (Guatemala, Nicaragua, Honduras y Salvador se considera como una sola región para el turista y dan sólo 3 meses para permanecer en los cuatro países, lo que complica ampliamente el paso de viajeros como nosotros) decidimos tomarnos un bus hasta Guatemala. 

Ahí empezaba otra lucha distinta. Ningún bus aceptaba llevarnos con la cantidad de equipaje que teníamos, sólo uno aceptó pero nos cobraba dos dólares por kilo y eso era una locura ya que tenemos como 100 kg en total. Gracias a Félix logramos dar con un bus de parrilla, que son como los interurbanos, que viajaba todas las semanas hasta Guatemala levando a gente que iba a comprar cosas para vender y lo mejor era que no paraba en el camino. 
en el bus
Claro que no poca gente nos tiró mala onda al respecto diciéndonos que nos asaltarían en el camino pero lo cierto es que el viaje fue divertido, muy tranquilo, directo y el chofer nos simplificó el paso por todas las aduanas, excepto en Salvador donde nos bajaron con todos los bolsos e hicieron que perros drogados nos inspeccionaran. Ese episodio no dejó de hacernos sonreír ya que al hacernos abrir las maletas y encontrarse con todo embolsado y ver que de cada bolsa salía un casco con antena o un par de guantes blancos o unas máscaras, etc hubo que explicar para qué servían cada cosa y el poli quedó mareado y bastante confundido. Creo que nos hacía abrir las bolsas más por curiosidad que por otra cosa. Pasamos sin problemas. Llegamos a Guatemala antes de que abrieran las fronteras así que nos hicimos una siesta de dos horas y a seguir.
Durante todo el viaje pensamos en los amigos que dejábamos atrás y de los que nos había costado mucho despedirnos. Rakel y Félix, dos personas sensibles, alegres y con mucho para dar.