martes, 22 de junio de 2010

Montezuma (10 al 24 -02-2010)


Desde la ciudad de Cóbano empezó el ripio: 7km hasta Montezuma. La llegada fue una tortura, ya que el camino era realmente intransitable, las bajadas y subidas pronunciadas y con piedra suelta hubo que bajarlas a paso de tortuga, cada bici la movimos de a dos. Las puteadas iban en aumento porque este pueblo tiene mucha guita, está poblado por gringos y europeos y todo es demasiado caro, viven pensando en cómo desplumar al turista, así que el que tengan unos caminos de acceso en esas condiciones es vergonzoso... La primera impresión no fue muy grata porque no era la Costa Rica que buscábamos sino un conjunto de negocios, restaurantes y casas de souvenirs para extranjeros, pero ya estábamos advertidos acerca de eso así que ...”a llorar al campito”.

Después de dar algunas vueltas terminamos en el camping de Pato, en la playa, un lugar donde viven artesanos durante la temporada y algunos de manera permanente. Tuvimos que pagar por primera vez en viaje pero por suerte pegamos onda y el lugar era muy tranqui y hermoso, así que dolió menos. El único cuidado que debíamos tener era de no dejar nada al alcance de los monos carablancas que son unos ladrones, las ardillas que escupían desde las palmeras, los cangrejitos que invadían las carpas y las iguanas que no hacían nada...por suerte. Nadábamos entre peces y vivíamos entre bichitos de los más simpáticos. Nahuel estaba fascinado y el mar se hizo,definitivamente, su hábitat natural, no demostraba el mínimo temor a las olas que lo envolvían y arrastraban una y otra vez, mientras no dejaba de hacer escándalos cuando intentábamos lavarle la cabeza en el baño.

A los 2 días de llegados, Luciano se fue una semana a San José por trabajo. Nahuel y yo descansamos de los días de pedaleo y lo pasamos bomba, con una sobredosis sana de madre-hijo. El gordo fue muy compinche, me ayudaba en todo: juntábamos leña, prendíamos el fuego, hacíamos los mandados, cocinábamos, todo de a dos. Hicimos varios amigos y él era reclamado en el camping por los cuatro costados: juntaba las hojas que ensuciaban el camping con uno, salía a caminar con otro, tocaba tambores con otro, conversaba, compartía almuerzos y cenas de fogón con todos.
Las caminatas por el bosque eran purificadoras, íbamos persiguiendo monos e iguanas, convirtiendo palos en barcos, barcos en vacas, vacas en pájaros y pájaros en espuma. Visitamos reiteradas veces un río que desemboca en la playa, nadamos entre peces y nos divertimos a lo grande mientras extrañábamos mucho a Luciano. Cuando regresó, cargado de cosas y regalos para Nahuel fue genial, porque 6 días de separación habían sido demasiados.

Después de varios intentos frustrados para hacer funciones en Montezuma, seguimos camino. Pero no sin antes tirar la última carta con la música: Luciano tocó la armónica en una pizzería de argentinos y el violín en la calle junto a los artesanos. Ambas experiencias nos dejaron en claro que aunque la gente disfrutó de ese arte no consideraba necesaria una retribución económica, la mayoría es capaz de pagar muchos dólares por un masaje o una experiencia “chamánico-mística” pero nada por una caricia que apunta directamente al corazón. Pero como para nosotros el arte es una manera pura de expresarnos y de dar, poco importó ese maltrato: nos regalamos en familia notas y sonrisas, silencios respetuosos y aplausos cariñosos. Nos acompañamos concentrados en aunar las fuerzas que nos conectan para seguir abriéndonos, maravillados, el camino. Nuestro sueño se fortalecía y resignificaba con cada pedaleo.

Salimos de esa playa no sin esfuerzo: primero porque costó que los nuevos amigos nos dejaran ir, después porque tuvimos que subir (a pie) varias cuestas muy empinadas (aunque cortas, por suerte). Tardamos un par de horas sólo para eso. Cuando eso pasa no avanzamos pero nos agotamos, porque el sol nos sofoca rápido. Al mediodía empezamos a buscar lugar donde parar.

Fuimos al colegio de San Isidro y nos cerraron las puertas sin disimulo, docentes y padres. Cuanto más pequeño es el pueblo se sienten más los prejuicios y temores de la gente que no comprende por qué...todo: la bici, el trabajo, el nomadismo, el trueque, la carpa, la pinta, el viaje, el niño...etc. Nos han dicho que está “mal visto” vivir “así”, no saben de qué se trata pero sacan conclusiones de los “porqué”. En esos pueblitos la gente se cierra por “el qué dirán” y por el “por las dudas”: en ese momento dejan de predicar olvidando cualquier ley divina de solidaridad hacia el prójimo, pero el universo se encarga de que siempre haya alguien dispuesto a dar desinteresadamente, sólo hay que afinar la puntería para dar con él.


Camino a Montezuma: Puerto Paquera y Playa Tambor
Descansos y acrobacia en el río.





 Playa Montezuma

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