martes, 22 de junio de 2010

San Francisco de Coyote (28-02 al 10-03-2010)

Costoso camino de piedra. Duro, lento, dificultoso, agotador bajo un sol agobiante. Había que sobreponerse al cansancio, la poca sombra, la escasez de agua, el sofocón, el avance a pie por la imposibilidad de pedalear la mayor parte del camino y los gritos de Nahuel ante la sacudida pedregosa...Esa es siempre la prueba más difícil: un grito o llanto en un tramo complicado puede sacar energías de manera inmediata y dar lugar a la desesperación si es que no estamos preparados para enfrentarlo.

La llegada a San Francisco fue positiva ya que unos ciclistas que nos habían cruzado en el camino nos estaban esperado y nos invitaron a dormir en unas cabinas. Agradecidos por el gesto, nos empecinamos en hacer función (ver Función San Francisco de Coyote)pero no conseguimos que nos permitieran fácilmente pasar las siguientes noches.

Luciano cayó con chistate o infección urinaria. Días de fiebre en carpa, paralizados, sin farmacias ni médicos ni buses cerca, ya que lo único que hay es una salita que atiende con suerte una vez a la semana y sólo a costarricenses con seguro médico...
Después de que llovieron iguanas del cielo, bajó un poco la fiebre y nos propusimos hacer 3 km hasta la casa de uno de los policías que nos había abierto la invitación, al menos para que Luciano pudiera descansar mejor.

En ese momento, justo antes de subirnos a las bicis ya cargadas, apareció por el fondo del terreno una señora muy alegre con dos nietos, hablándole a Nahuel porque lo había escuchado cantar esa mañana y otros días. Nos invitó de una manera fresca -como hacía tiempo que no escuchábamos- a hospedarnos en su casa y se llevó de la mano Nahuel para que la ayudara a barrer las hojas del patio. Era Margarita  Campos que, junto a don Evelio Quiroz Baltodano,  serían nuestros ángeles guardianes durante las siguientes dos semanas.
Esta gente demostró una gran capacidad de dar de manera desinteresada y a manos llenas. Con una sencillez conmovedora acercaban platos de comida cada día y nos ofrecieron una gran casa desocupada para que la llenáramos a nuestro modo por el tiempo que deseáramos. Nahuel estaba feliz, con dos abuelos adoptivos y dos amigos de 5 y 7 años que lo consentían, Derek y Darrel.
El cariño creció, se profundizó y no encontraba maneras claras de salir, ya que las expresiones francas de agradecimiento parecía incomodarles. Decidimos manifestarlo con una función cuidada y dada con alegría y emoción a los vecinos y amigos de esta familia. Sentimos que estábamos haciendo lo correcto, en el lugar correcto, en el momento correcto. Fue una sensación plena, linda, agradecida. Costó que nos dejaran ir. La despedida fue muy difícil, hubo lágrimas que se escaparon y las impresiones, rostros y tonos de voces quedaron grabadas en el corazón.


No hay comentarios:

Publicar un comentario